La aparición el año
pasado de una edición revisada del Graduale (1)
mueve a la reflexión sobre un libro decisivo, tanto por su riqueza artística
como por ser la musicalización misma del
centro del culto católico.
Hablar de canto gregoriano y no hablar
del Graduale Romanum es como referirnos al cristianismo católico a
soslayo del rito de la misa. Ambos conceptos se entretejen como
interdependiendo, por cuanto la doctrina entiende la Liturgia, y de ésta
particularmente la liturgia eucarística como la “cumbre” a la que tiende toda
la acción de la Iglesia. Ya dom Guéranger se refería a este colectivo como a
una “sociedad de la alabanza divina”. Y en efecto, el canto, en tanto oración
cantada, es decir alabanza hecha canto (“sean un aleluya de la cabeza a los
pies” exhortaba el I Abad de Solesmes a sus monjes (2))
es el vehículo perfecto para la actividad religiosa; asociación que tiene una razón acústica, y
luego doctrinal. Porque la lectura es anuncio y proclamación, y debe llegar ad omnes gentes
llenando sin que medien obstáculos ni carrasperas todos los rincones de la nave
de los templos, y por aquello de qui cantat bis orat que enseñaba Agustín; sin remitirnos a los escritos
pitagóricos y aristotélicos relativos al
ethos, ni a las prescripciones paulinas de cantar y de los Padres, para
quienes el canto es verdadero sacrificio espiritual.
El Graduale Romanum es el
instrumento más propicio para que el fiel, valiéndose de este lenguaje
milenario, pueda hacer de esta palabra cantada su medio de expresión y de arte, y que suba,
en las palabras del salmista, “como el incienso en (su) presencia”.
Dos versiones del introito Ad te levavi: la del Graduale Romanum adicionado con las grafías sangallense y laonense (Graduale Triplex), y la del Graduale Novum, con claras diferencias en el orden melódico en virtud al que para su edición se echó mano a otras fuentes manuscritas.
(1) Se trata del Graduale
Novum Editio Magis Critica Iuxta SC 117:
Tomus I: De Dominicis Et Festis, Ed. ConBrio/Libreria Editrice Vaticana,
2011.
(2) Citado
en La tradition vivante: La vie
monastique à Solesmes, p. 7 (C.I.F. éditions, Sainte-Maxime, 1986)