Aunque la tradición relacione
sistemáticamente a S. Gregorio I con el repertorio monódico de la Iglesia
romana, una aproximación a los hechos despojada de subjetivismos, nos permite
encontrar que su acción concreta en el terreno litúrgico dista considerablemente
de una normalización técnica o preceptiva de este repertorio musical.
No siempre la arqueología y la historia recorren los mismos caminos. En materia gregoriana, esto se demuestra de manera sencilla, en la consideración de los hechos acaecidos a principios de 1890, cuando dom André Mocquereau, entonces maestro de coro de Solesmes, marcha rumbo a Italia con la finalidad de visitar las bibliotecas de la península y fotografiar documentos que registran el gradual Iustus ut palma.
Dom Mocquereau estaba empeñado en
acrecentar cuanto le fuese posible la cantidad de manuscritos disponibles de
esta pieza, a fin de facilitar su estudio comparado, para la posterior
publicación de su versión melódica restituida. La empresa pretendía demostrar
el valor de los estudios benedictinos sobre el gregoriano como método único de
recuperación del fondo melódico auténtico, en relación con lo dispuesto por la
jerarquía eclesiástica. En efecto, en 1871, la Sagrada Congregación de Ritos
había autorizado al editor Pustet de Ratisbona a re-editar la Medicaea,
el gregoriano superviviente a la mensuración y a la era de la polifonía,
aparecido en 1614, luego de idas y venidas, en las que incluso estuvo
involucrado el célebre Palestrina (1).
Folio
del ms. Roma, Bibl. Vat. Lat. 5319 (s. XII)
Se presenta con un tipo melódico
sencillo, más emparentado con las antiguas tradiciones locales que con nuestro
gregoriano. Si consideramos que S. Gregorio I finalizó su pontificado en el
604, no resulta difícil entender que el gregoriano de hoy no
puede ser indudablemente el canto que acaso él entonaba en San Juan de Letrán
junto a sus cantores, y mucho menos el canto “genuino” de la Medicaea.
Estaría más próximo en el tiempo y en la distancia al romano antiguo
descubierto por dom Mocquereau.
La historia de las atribuciones es recurrente en la peripecia humana. En el caso de la música gregoriana y Gregorio I, la relación es justificable desde cierta lateralidad con este pontífice. El Sacramentario (libro de cantos a entonar por el celebrante) que se remonta a su época, su interés por la liturgia, y sobre todo una tradición milenaria que lo vincula a este repertorio monódico religioso, parece hoy ser tan indivisible como la paloma al oído que acompaña sus imágenes desde los frescos del Sacro Speco de Subiaco, hasta los mosaicos de S. Pablo Extramuros.
La historia de las atribuciones es recurrente en la peripecia humana. En el caso de la música gregoriana y Gregorio I, la relación es justificable desde cierta lateralidad con este pontífice. El Sacramentario (libro de cantos a entonar por el celebrante) que se remonta a su época, su interés por la liturgia, y sobre todo una tradición milenaria que lo vincula a este repertorio monódico religioso, parece hoy ser tan indivisible como la paloma al oído que acompaña sus imágenes desde los frescos del Sacro Speco de Subiaco, hasta los mosaicos de S. Pablo Extramuros.
Enrique MERELLO-GUILLEMINOT
(1) A pesar de ser una verdadera caricatura del gregoriano, la edición neo-medicaea, dominó los últimos treinta años del siglo, como versión del genuinum cantum gregorianum, tal como fue presentado en su Decreto de aprobación.
(2) Cf. COMBE, Pierre: Histoire de la restauration du chant
grégorien, d’après des documents inédits (Solesmes, 1969).