Un aspecto
problemático y expuesto a las soluciones más inverosímiles, es el ritmo
gregoriano. Sobre todo cuando se quiere razonar a partir de lo que la modernidad
entiende como tal.
El estudio del ritmo gregoriano no
debe desvincularse de la naturaleza eminentemente cantabile de esta
clase de música. Constituye un lugar común, un topos en los
viejos tratados, la referencia al ritmo libre del canto
gregoriano. La explicación que sigue a este enunciado se reduce generalmente a
la alternancia de módulos binarios y ternarios propuestos por dom Mocquereau
hace un siglo atrás, a partir de los trabajos del marista Antonin Lhoumeau (1).
Contrapuesta a la música mensurada venida de los tiempos de Franco de Colonia,
la formulación del ritmo libre busca
determinar algo que en su misma expresión parece tan indeterminado. La pregunta
parece desprenderse naturalmente: por ser libre, ¿es un ritmo arbitrario?
¿Artificioso? ¿Y libre de qué?
Los intentos por rescatar el ritmo
auténtico de los códices han sido numerosos y generalmente razonados a partir
de la cuantificación de lo sonidos. Es el caso de Peter Wagner, quien sostenía
que la mensuración del gregoriano existió
siempre, razonando a partir de la notación mensurada de la polifonía,
originada en los tipos cuadráticos del gregoriano. O de dom Jules Jeannin,
quien adjudicó a las notas valores caprichosos, conforme buscaba aproximarse a
un tipo de mensura aprisionada en las barras del compás moderno. Menos
afortunadas parecen ser las conclusiones de Georg Houdard, para quien la unidad interna del neuma exige
que éste valga un tiempo, independientemente de la cantidad de elementos
componentes. ¿Cómo se soluciona operativamente la ejecución del neuma de 68
elementos sobre “iubilate” en el ofertorio Iubilate Deo,
a partir de este supuesto teórico?
según el Graduale Triplex. La notación neumática que reproduce
fue tomada a su vez del ms. Einsiedeln 121/54.
fue tomada a su vez del ms. Einsiedeln 121/54.
EL RITMO, UNA CATEGORIA EXPRESIVA
Siendo una condición eminentemente
dinámica de la música, porque lo es del movimiento, por definición, y porque
otorga un determinado sentido al discurso musical, el ritmo se somete en el
gregoriano a las condiciones impuestas por la lengua latina. Desde esta
perspectiva, la melodía surge como desprendida
por
así decirlo, del texto y su musicalidad propia. Y aún cuando es muy ornamentada
y pareciera independizarse, el ritmo le sirve en un plano más profundo, para
atraer la atención del auditor hacia las palabras principales, en el aspecto
más espiritual que material de las mismas.
El ritmo gregoriano es libre sí, en
tanto no enjaulado en el rigor del compás y del metrónomo, pero aún es menos
libre que el de la música figurada, por cuanto sus elementos están
perfectamente determinados desde un punto de vista semiológico, uno por uno.
Todo ello da lugar a una sistemática que no se sostiene por normativa
mensuralista de ningún tipo, y que tiene su clave en el valor silábico, entidad básica de
la palabra latina. Una simbiosis texto-melodía que es también sílaba-sonido.
Demostración que la escritura gregoriana más primitiva es una pauta de la
expresión y del ritmo antes que de la melodía, sobreentendida por los notadores, en virtud a una
tradición oral largamente institucionalizada.
Enrique Merello-Guilleminot
(1)Cf.
GUILMARD, Jacques-Marie: La teoría rítmica de dom Mocquereau (trad. Anamaría CLEDON PAZOS) revista
“Sinfónica” Nos. 84/85 (Montevideo, Enero & Febrero de 2002).
(2) La escritura no
interválica precedió al sistema de líneas, que se introdujo progresivamente a
fin de precisar la altura de los sonidos.