Monje en Solesmes, hombre de
prolífica actividad científica y pedagógica en Roma durante largos años,
maestro de toda una generación de investigadores, docentes y ejecutantes, Eugène
Cardine pervive en el recuerdo de quienes le conocieron como uno de esos hombre
escasos que pisan dejando honda huella en la historia.
Nacido en el seno de una familia
de profunda vida cristiana el 11 de abril de 1905, el joven Eugène ingresó al
seminario de Caen en 1922, antes de llegar a Solesmes, en donde hizo sus
primeros votos religiosos en 1930. Su profesión solemne como monje benedictino
tuvo lugar tres años después, siendo ordenado sacerdote en 1934. Chantre, integrante del equipo de
paleografía gregoriana que entonces dirigía dom Gajard, en 1952 inició su etapa
romana que se extendería hasta 1984, como profesor del Pontificio Istituto di Musica Sacra,
y como miembro de comisiones y grupos de trabajo internacionales convocados con
motivo al concilio Vaticano II, en sus fases preliminares y en la etapa de
implementación de sus programas de reforma litúrgica. Durante su actuación en estas áreas dom
Cardine demostró autoridad, basada en sólidos conocimientos que manejaba con
rigor científico y objetividad a ultranza, respetando el dato por encima de
toda riesgosa especulación, todo lo cual era expuesto con sencillez, claridad y
precisión admirables.
Eugène Cardine hacia 1979.
Las observaciones de Cardine
sobre la redacción melódica gregoriana y sus particularidades señalan el
nacimiento de la semiología (del gr. sêmeion, signo) gregoriana, justamente vista en su momento
como “ciencia intermedia” entre la paleografía y la estética. En su Semiologia
gregoriana (Roma, 1968), dom Cardine
presenta con admirable metodología el sistema neumático de los scriptoria sangallenses: este conjunto de manuscritos
(los St. Gall, Einsiedeln 121, Bamberg 6), y otros de diversa procedencia como
Laon 239, Chartres 47, Montpellier, Benevento VI,34, St. Yrieix, serán sus
instrumentos para inferir antes que imponer. No hay aquí teorización sino
conclusiones fácilmente corroborables: en el añadido de las letras románicas
(que refieren a aspectos de valor relativo o de altura), en la variedad
morfológica (que refiere a una variedad significante), en la conjunción y disjunción neumática (que
señalan inflexiones, o elementos del fraseo musical), en todo ello se deja
entrever lo espiritual de la línea melódica, por encima de su materialidad,
dada por sus sonidos dispuestos en altura.
La obra mencionada, y su posterior Primo anno di canto gregoriano (Roma, 1970), conceptualmente la primera de ambas, constituyen el punto de partida de una forma de razonar el signo neumático conforme a su función y contexto, que es la forma debida de estudiar y luego ejecutar las piezas de este repertorio. De esta manera, un proceso histórico natural, que en dom Pothier se focalizó en el texto (el ritmo oratorio), y en dom Mocquereau y él mismo en la melodía (neumática y semiología), hace de la relación texto-neuma un todo inseparable. Certidumbre que le llevaba a sostener que “más que una música verbal, el gregoriano es una palabra cantada; palabra sagrada que nos viene de Dios en la Escritura, y que retorna a Dios en la alabanza”(1). La semiología es pues del todo inherente a ese “estilo verbal” gregoriano, y ayuda a descubrir, en el contexto de una cultura musical amplia, el mensaje teológico de las piezas como su propio charme.
La obra de Eugène Cardine
permanece separando en un antes y un después la historia de la investigación
científica gregoriana, pero también las consecuencias prácticas de las mismas.
Y la expresión aperuisti
oculos caeci nati (2) que en cierta ocasión recibió de un músico, en agradecida
respuesta al envío de un ejemplar de su Semiologia gregoriana, constituyen las palabras que reflejan con
sencilla elocuencia esta realidad.
Enrique MERELLO-GUILLEMINOT
(1) Citado
por dom Louis SOLTNER, Dom Eugène CARDINE
(1905-1988), Solesmes, 1988, p. 14.
(2) Cf. Jean CLAIRE, Un
secolo de lavoro a Solesmes (trad. Nino ALBAROSA), Studi
gregoriani, XVI, 2000, p. 38.