miércoles, 8 de enero de 2025

APUNTES SOBRE LAS FUENTES BÍBLICAS DEL CANTO CRISTIANO

La transversalidad de la música y el canto en el texto bíblico es fácilmente comprobable. Esto permite explicar la razón por la cual la historia de la música religiosa corre paralela con el proceso histórico de la Iglesia, conforme avanzaba la propagación de la fe católica.

Desde Jubal, “padre de cuantos tocan la cítara y la flauta”,(1) la música está vinculada a la Historia Sagrada, como en general todas las manifestaciones musicales humanas de cualquier tiempo y lugar están vinculadas a la expresión religiosa, de manera primigenia. No llama la atención pues, que la Sagrada Escritura exhorte al canto colectivo y que las primeras comunidades de cristianos lo practiquen de esta manera, descartándose que el canto fuese exclusivamente personal, a cargo de un solista.

I- EL ANTIGUO TESTAMENTO: UNA LITURGIA EMINENTEMENTE MUSICAL

Son numerosos los pasajes bíblicos que dan cuenta de la práctica musical de los hebreos, registrada ya desde la liberación del cautiverio egipcio. A través de ellos, es fácil entrever un canto con respuesta, aún con la inclusión de instrumentos y danzas. Es este momento de la Historia Sagrada donde irrumpe la palabra “canto”: Cantad a Yahveh pues se cubrió de gloria arrojando en el mar caballo y carro.”(2) Y luego la voz femenina completa la acción: María, la profetisa, hermana de Aarón, tomó en sus manos un tímpano y todas las mujeres la seguían con tímpanos y danzando en coro. Y María les entonaba el estribillo: ‘Cantad a Yahveh pues se cubrió de gloria arrojando en el mar caballo y carro’”.(3)

Posteriormente, con el ascenso de David, la Escritura resalta la importancia que tuvo la música vocal e instrumental en el culto sacrificial, cuando el monarca de los 38.000 levitas que existían entonces en Israel, nos dice que 4.000 estaban destinados a la música instrumental que habría de oírse en la Casa de Dios, el Templo que construiría su hijo y sucesor Salomón: “Cuatro mil eran porteros y cuatro mil alababan a Yahveh con los instrumentos que David había fabricado para rendir alabanzas”.(4)

En otro pasaje que describe la consagración del Templo, se hace mención al canto y a los instrumentos participantes, en número que aún resulta importante: “Y todos los levitas cantores, Asaf, Hemán y Yetudún, con sus hijos y hermanos, vestidos de lino fino, estaban de pie al oriente del altar, tocando címbalos, salterios y cítaras, y con ellos ciento veinte sacerdotes que tocaban las trompetas.(5)

Los salmos que se cantaban y cantan en la sinagoga, tienen desde siempre un lugar de privilegio tanto en el Oficio como en la Misa católica (imagen: Antiphonale Monasticum, Solesmes, 1934, pp. 124-125).

El Antiguo Testamento también cuenta con un libro conformado exclusivamente de oraciones poéticas, usualmente precedidas de referencias musicales. En efecto, el Libro de los Salmos, núcleo central del repertorio gregoriano -así como a lo largo de los siglos fue fuente de inspiración de los compositores de música sagrada, desde Palestrina a Bruckner, de Stravinsky o Arvo Pärt-, no sólo consta materialmente de textos concebidos para ser interpretados en música, lo cual se puede descubrir desde la misma etimología de la palabra salmo,(6) sino que además exhorta al canto y a la ejecución de instrumentos musicales en buena parte de ellos, hasta alcanzar su gran apoteosis en los dos últimos, que coronan el conjunto de manera significativa. Dios parece manifestarse acerca de cuál es la mejor manera de alabarle: “¡Alaben su nombre con la danza, con tamboril y cítara salmodien para él!”(7)

Las trompetas sagradas formaron parte -como la menorá- del botín de guerra del Templo de Jerusalén en el relieve de Arco de triunfo en honor a Tito, 79-81 d. C. (tomado de https://hdelartebach.wordpress.com/2016/10/03/relieve-del-arco-de-tito/ )

En cuanto al Cantar de los Cantares,(8) un libro que no se ocupa ni de la Ley, ni de los profetas, es propiamente una colección de cánticos que exalta el amor entre un hombre y su esposa, interpretados por la exégesis bíblica como una alegoría del amor entre el pueblo de Israel y Dios, y luego de Cristo a su Iglesia.

Después está la forma de aproximarse a esta Palabra divina, a su estudio, de lo cual la tradición judía expresa que un conocimiento profundo de la Ley (la Torá) sólo se puede obtener cantándola. El que recita las Escrituras sin cantarlas -dice la Mishná- es un idólatra (…). Quien lee la Ley (la Torá) sin melodía y la estudia sin cantar, muestra desprecio por sus valores y su ley.”(9)

II - EL NUEVO TESTAMENTO: EL CANTO EN EL CORAZÓN DE LA BUENA NUEVA

La literatura neo-testamentaria en cambio, es mucho más reducida en referencias al arte de los sonidos. Para empezar, si se entiende αἰνούντων (alabando) que la Biblia Vulgata Latina traduce laudantium en el sentido de un “canto de alabanza”, se podría inferir que los ángeles cantaban cuando el nacimiento de Jesús: “Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: ‘Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes Él se complace’”.(10) Esto se aplica luego, cuando la entrada mesiánica de Jesucristo a Jerusalén: “Toda la multitud de los discípulos, llenos de alegría, se pusieron a alabar a Dios a grandes voces, por todos los milagros que habían visto. Decían: ‘¡Bendito el Rey que viene en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en las alturas’”.(11)

Hasta se nos muestra al mismísimo Jesús de Nazareth cantando junto a sus discípulos, lo que permite afirmar que el canto fue parte cotidiana de la vida terrena del Señor Jesucristo. Se lee en los Evangelios: “Y cantados los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos”.(12)

Esta práctica musical apostólica, ya preanuncia la Liturgia que luego tendrá lugar en torno a la Mesa, luego de la Pasión y Muerte de Cristo, cuando los primeros cristianos comenzaron a reunirse domingo a domingo en torno a la fractio panis, la cual preparan mediante lecturas, recitativos, canto de salmos e himnos, lo que hoy constituye el núcleo de la vida del cristiano: el sacrificio incruento de la Santa Misa. Es lo que constata Tertuliano a comienzo del siglo III, cuando describe la estructura litúrgica dominical de esa Iglesia en ciernes: “se leen las Escrituras, se cantan salmos, se pronuncian homilías y se hacen oraciones”.(13) San Pablo enuncia los tres tipos de cánticos que han de elevar a Dios los cristianos en tales ocasiones: “Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y salmodiad en vuestro corazón al Señor”.(14)

Ancianos músicos ejecutando diversos instrumentos frente a Cristo en el Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago, 1168-1188 (imagen tomada de https://porticodelagloria.fundacionbarrie.org/ )

 De la Antigua a la Nueva Alianza la música y sobre todo el canto constituyen pues un instrumento (no un fin en sí mismo) (15) de la alabanza divina, incluso descriptos como la forma propia de la eterna alabanza en la presencia gloriosa del Cordero, concepto verbigracia llevado a la piedra de manera soberbia por el maestro Mateo en el Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago de Compostela: “Cuando lo tomó, los cuatro Vivientes y los veinticuatro Ancianos se postraron delante del Cordero. Tenía cada uno una cítara y copas de oro llenas de perfumes, que son las oraciones de los Santos. Y cantan un cántico nuevo diciendo: ‘Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos porque fuiste degollado y compraste para Dios con tu Sangre hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación.’”(16)

III - A MODO DE CONCLUSIÓN

La palabra “cantar” y sus derivados aparece 147 veces en la Biblia, la mayor parte en el libro de los Salmos. En verdad, Dios mismo es Quien canta: Dios Padre, en el Antiguo Testamento: “Yahveh tu Dios está en medio de ti, ¡un poderoso salvador! Él exulta de gozo por ti, te renueva por su amor,”(17) a lo que se agrega: “se regocijará sobre ti con cánticos”, רִנָּֽה׃ en el original hebreo y de nuevo laude en la Vulgata. En el Nuevo Testamento es Dios Hijo, tal como hemos visto, y siempre es Dios Espíritu Santo Quien exhorta a cantar, y además a hacerlo bien: “cantad con sabiduría.”(18)

Las líneas precedentes evidencian pues la importancia que reviste para la fe cristiana la práctica musical, justificada por sí misma desde la Revelación, tal como luego lo será por la Tradición (19) y el Magisterio, por su causa de índole teológica y su soporte pastoral, en lo que constituye en definitiva -y de esta práctica musical, de modo eminente el canto gregoriano-, uno de los elementos que hacen a la Liturgia tradicional de la Iglesia católica apostólica y romana y a la identidad del cristianismo mismo

El introito Ad te levavi del I Domingo de Adviento, (Graduale Triplex, Solesmes, 1979, p. 15) superabundante en información documental: arriba a la derecha, la fuente bíblica del texto (el Salmo 24, 1-4), lo primero que ha de considerar el gregorianista avezado. Luego se presentan las fuentes de las transcripciones de la melodía en notación gregoriana sobre y bajo el tetragrama, y en la serie de letras de arriba a la izquierda los documentos más antiguos donde la pieza aparece transcripta sin notación musical.

 
En el gregoriano concretamente, la fuente bíblica es el mensaje que se proclama y sobre el cual se ora (su contenido) y su material fundamental de trabajo (la forma primigenia con su constitución fonética y estructura prosódica propias), por cuanto el canto gregoriano es la “Biblia cantada”, según sostenía dom Eugène Cardine.(20) Más aun: comprenderemos el gregoriano verdaderamente si y solo si nos internamos en primer lugar en la comprensión del texto latino (su sentido literal y exegético) según la traducción de las Escrituras hecha por san Jerónimo, la Biblia Vulgata Latina. De lo contrario, caemos en el riesgo de edificar un intangible cultural, ciertamente patrimonio inmaterial de la humanidad por su valor y belleza trascendente, pero desconociendo su razón de ser y su fin último, venidos desde esa Palabra divina, que es una forma de presencia de Dios en el aquí y en el ahora.

Enrique Merello-Guilleminot

(1) Cf. Gn 4,21. Todas las citas bíblicas fueron tomadas de la traducción de la Biblia de Jerusalén, edición española (Desclée de Brouwer, 1975).

(2) Cf. Ex 15,1.

(3) Cf. Ex.15, 20-21.

(4) Cf. 1 Cr. 23, 5.
 
(5) Cf. 2 Cr. 5, 12.

(6) Del gr. , psalmós, de raíz , psallo, pulsar un instrumento.

(7) Cf. Sal. 149, 3.

(8) En hebreo שִׁיר הַשִּׁירִים, Shir Hashirim Shir Hashirirm más bien significa “el cantar por excelencia”, así como Kodesh haKodashim (קֹדֶשׁ הַקֳּדָשִׁים) o Sancta Sanctorum es el lugar santo por excelencia.

(9) Cf. Talmud, siglo II [citado por TROIA, P. a c. di, (1992) La musica e la Bibbia, Garamond, pp. 4-5].

(10) Cf. Lc 2,13-14.

(11) Cf. Lc 19, 37b-38.

(12) Cf. Mt. 26, 30; Mc 14,26. Incluso Jacques Viret en relación con el Salmo 113 In exitu Israel, afirma que “la melodía vinculada a este Salmo es la misma entre judíos y cristianos,” y por tanto se pregunta si esta melodía en el tono denominado “peregrino” en el canto gregoriano, con sus dos características cuerdas de recitación (la y sol) ¡no pudo haber sido cantada por el mismo Cristo! [Cf. VIRET, J. (2017), Le chant grégorien, des origines à nos jours, Eyrolles, p. 26].
 
(13) Cf. TERTULIANO, De anima, IX, 4. Dom Daniel Saulnier denomina a esta protoliturgia “la unidad litúrgica de base” [cf. SAULNIER, D. (2003), Le chant grégorien, Solesmes, p. 23]. 
 
(14) Cf. Ef. 5, 19; Col 3,16.

(15) La música sacra ha dado a lo largo de los siglos en Occidente obras maestras que son fehacientemente monumentos de nuestra civilización, pero que no pueden considerarse bajo ningún aspecto música litúrgica, sino inspiradas en la liturgia católica.

(16) Cf. Ap. 5, 8-9.

(17) Cf. Sof 3:17.

(18) Cf. Sal 46, 8.

(19) Aspecto desarrollado posteriormente y de manera amplia por los Padres de la Iglesia.

(20) No más considerar el hecho que de las que 750 piezas del Graduale Romanum (libro que contiene la integridad de piezas a ser cantadas en las misas del Año Litúrgico) sin considerar las secuencias y los himnos, prácticamente todas son tomadas de las Escrituras, a excepción de algunas pocas entre las cuales el introito o el ofertorio de la Misa de Difuntos, o el ofertorio del Jueves Santo. 

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