lunes, 28 de enero de 2013

La herencia de un maestro

La proximidad del 25° aniversario de la desaparición física de dom Eugène Cardine (24 de enero de 1988) hace propicia la evocación de una de las más preclaras personalidades contemporáneas de la música gregoriana.

Monje en Solesmes, hombre de prolífica actividad científica y pedagógica en Roma durante largos años, maestro de toda una generación de investigadores, docentes y ejecutantes, Eugène Cardine pervive en el recuerdo de quienes le conocieron como uno de esos hombre escasos que pisan dejando honda huella en la historia.

Nacido en el seno de una familia de profunda vida cristiana el 11 de abril de 1905, el joven Eugène ingresó al seminario de Caen en 1922, antes de llegar a Solesmes, en donde hizo sus primeros votos religiosos en 1930. Su profesión solemne como monje benedictino tuvo lugar tres años después, siendo ordenado sacerdote en 1934. Chantre, integrante del equipo de paleografía gregoriana que entonces dirigía dom Gajard, en 1952 inició su etapa romana que se extendería hasta 1984, como profesor del Pontificio Istituto di Musica Sacra, y como miembro de comisiones y grupos de trabajo internacionales convocados con motivo al concilio Vaticano II, en sus fases preliminares y en la etapa de implementación de sus programas de reforma litúrgica.  Durante su actuación en estas áreas dom Cardine demostró autoridad, basada en sólidos conocimientos que manejaba con rigor científico y objetividad a ultranza, respetando el dato por encima de toda riesgosa especulación, todo lo cual era expuesto con sencillez, claridad y precisión admirables.

Eugène Cardine hacia 1979.
 
PALABRA, NEUMA, RITMO

Las observaciones de Cardine sobre la redacción melódica gregoriana y sus particularidades señalan el nacimiento de la semiología (del gr. sêmeion, signo) gregoriana, justamente vista en su momento como “ciencia intermedia” entre la paleografía y la estética. En su Semiologia gregoriana (Roma, 1968), dom Cardine presenta con admirable metodología el sistema neumático de los scriptoria sangallenses: este conjunto de manuscritos (los St. Gall, Einsiedeln 121, Bamberg 6), y otros de diversa procedencia como Laon 239, Chartres 47, Montpellier, Benevento VI,34, St. Yrieix, serán sus instrumentos para inferir antes que imponer. No hay aquí teorización sino conclusiones fácilmente corroborables: en el añadido de las letras románicas (que refieren a aspectos de valor relativo o de altura), en la variedad morfológica (que refiere a una variedad significante), en la  conjunción y disjunción neumática (que señalan inflexiones, o elementos del fraseo musical), en todo ello se deja entrever lo espiritual de la línea melódica, por encima de su materialidad, dada por sus sonidos dispuestos en altura.
 
La obra mencionada, y su posterior Primo anno di canto gregoriano (Roma, 1970), conceptualmente la primera de ambas, constituyen el punto de partida de una forma de razonar el signo neumático conforme a su función y contexto, que es la forma debida de estudiar y luego ejecutar las piezas de este repertorio. De esta manera, un proceso histórico natural, que en dom Pothier se focalizó en el texto (el ritmo oratorio), y en dom Mocquereau y él mismo en la melodía (neumática y semiología), hace de la relación texto-neuma un todo inseparable. Certidumbre que le llevaba a sostener que “más que una música verbal, el gregoriano es una palabra cantada; palabra sagrada que nos viene de Dios en la Escritura, y que retorna a Dios en la alabanza”(1). La semiología es pues del todo inherente a ese “estilo verbal” gregoriano, y ayuda a descubrir, en el contexto de una cultura musical amplia, el mensaje teológico de las piezas como su propio charme.

La obra de Eugène Cardine permanece separando en un antes y un después la historia de la investigación científica gregoriana, pero también las consecuencias prácticas de las mismas. Y la expresión aperuisti oculos caeci nati (2) que en cierta ocasión recibió de un músico, en agradecida respuesta al envío de un ejemplar de su Semiologia gregoriana, constituyen las palabras que reflejan con sencilla elocuencia esta realidad.

Enrique MERELLO-GUILLEMINOT

(1) Citado por dom Louis SOLTNER, Dom Eugène CARDINE (1905-1988), Solesmes, 1988, p. 14.
(2) Cf. Jean CLAIRE, Un secolo de lavoro a Solesmes (trad. Nino ALBAROSA), Studi gregoriani,  XVI, 2000, p. 38.